Núria y Marta nacieron unidas por el abdomen y compartían el hígado. Seis meses después fueron separadas en una operación que duró casi siete horas y, a día de hoy, pasadas otras tres semanas, sólo visitan el hospital para las revisiones y "no tendrán complicaciones en el futuro", augura el Doctor José Luís Peiró, especialista en cirugía pediátrica. Con sólo siete meses, son las protagonistas del primer caso de separación de unas siamesas con éxito en Cataluña y el cuarto de toda España -hubo dos en Madrid y uno en Sevilla- de este tipo de unión por el abdomen.
Una treintena de profesionales del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona participó en la intervención, realizada el 27 de febrero, cuando las pequeñas tenían seis meses y habían crecido lo suficiente -entre las dos pesaban 15 kilos- para minimizar los riesgos de la intervención, que incluía una hepatectomía (partición del hígado).
La operación, precedida de numerosas pruebas, se planificó al detalle. Los médicos descubrieron que compartían un mismo hígado pero cada una de las niñas tenía su propia vesícula biliar y que, aunque tenían intestinos independientes, los movimientos bruscos como el llanto o el esfuerzo los trasladaban del cuerpo de una hermana a la otra. Su principal preocupación, además de la separación hepática, era conseguir cerrar la piel con precisión para evitar posibles infecciones. Finalmente, realizaron un corte en forma de libro a cada lado del abdomen para que las dos tuvieran superficie suficiente para cerrar su herida.
El postoperatorio fue mucho más rápido y sencillo de lo que sugiere una operación de este tipo: las dos niñas estuvieron sólo un día en la UCI pediátrica, fueron trasladadas a planta y una semana después volvieron a casa. Eso sí, el cambio les dejó algo desconcertadas al principio: "Llevaban seis meses mirándose, jugando, molestándose. Así que, una vez separadas, si una de ellas daba la espalda a su hermana, ésta se ponía a llorar hasta que las poníamos de cara", recuerda Peiró. Ahora, tres semanas después, "Marta sí la busca pero Núria es más independiente", cuenta orgullosa su madre, Meritxell Feliu.
Una treintena de profesionales del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona participó en la intervención, realizada el 27 de febrero, cuando las pequeñas tenían seis meses y habían crecido lo suficiente -entre las dos pesaban 15 kilos- para minimizar los riesgos de la intervención, que incluía una hepatectomía (partición del hígado).
La operación, precedida de numerosas pruebas, se planificó al detalle. Los médicos descubrieron que compartían un mismo hígado pero cada una de las niñas tenía su propia vesícula biliar y que, aunque tenían intestinos independientes, los movimientos bruscos como el llanto o el esfuerzo los trasladaban del cuerpo de una hermana a la otra. Su principal preocupación, además de la separación hepática, era conseguir cerrar la piel con precisión para evitar posibles infecciones. Finalmente, realizaron un corte en forma de libro a cada lado del abdomen para que las dos tuvieran superficie suficiente para cerrar su herida.
El postoperatorio fue mucho más rápido y sencillo de lo que sugiere una operación de este tipo: las dos niñas estuvieron sólo un día en la UCI pediátrica, fueron trasladadas a planta y una semana después volvieron a casa. Eso sí, el cambio les dejó algo desconcertadas al principio: "Llevaban seis meses mirándose, jugando, molestándose. Así que, una vez separadas, si una de ellas daba la espalda a su hermana, ésta se ponía a llorar hasta que las poníamos de cara", recuerda Peiró. Ahora, tres semanas después, "Marta sí la busca pero Núria es más independiente", cuenta orgullosa su madre, Meritxell Feliu.